De vuelta en Colombia. Estoy en Cali, barrio de San Antonio, en la casa a la que llegué hace unos meses a visitar a Dan. Alba y Diana me alojan y cuidan amorosamente. Este un barrio alternativo-clase media, tranquilo, activo en lo cultural y con los cafés más agradables de toda la ciudad. Pero a mí me gusta la tienda de la esquina, donde bebemos cervezas y están las ¨fuerzas vivas¨ del barrio, como diría cierto amigo mío, y este ciber, desde el que os escribo, que lo lleva Camilo, un ayahuasquero y pachamámico que parece estar siempre soñando. También me gusta la panadería que hay a la vuelta de la calle. Puedes encontrar pan de bono recién hecho y un tinto que no está mal, eso sí, lo tomas en la calle pero siempre encuentras a alguien que te da conversación durante el desayuno, por si te aburres.
Pero lo mejor de Cali es la forma en que ventea por las tardes, que normalmente precede a una lluvia más o menos torrencial.
¨Cali es Cali, y lo demás es Loma¨
Supongo que suscribo la frase, pero Cali es más cosas. Cali es actividad cultural frenética y falta de oportunidades para los jóvenes, Cali es salsa, es Hip Hop y también regetón machista, Cali es viento fresco y calor insoportable, movimiento estudiantíl y violencia en los barrios, policía e inseguridad (a veces comprendidas en el mismo concepto), Cali es hermosa y tremendamente fea a un tiempo.
Cali es Cali
desde Cali
Quiero ser una niña mala y no lavar nunca los platos y escaparme de casa. No voy a explicarle las tareas a nadie, ni a tender la cama. No quiero esperar en el balcón, suspirando y aguantando lágrimas, la llegada de papá. Ni con mamá ni con nadie. Cuando sea una niña mala gritaré, lloraré dando alaridos hasta que la casa se caiga. Cuando sea una niña mala no voy a volver a marearme y a vomitar. Porque no voy a subir al auto que no quiero, para dar las vueltas y los paseos que no quiero, ni voy a comer lo que no quiero, ni a temer que alguien diga si vomitas te lo tragas, pero a papá no se lo hacen tragar. Yo voy a ser una niña mala y sólo voy a vomitar cuando me de la gana, no cuando me obliguen a comer.
Llegaré con rastros de lápiz rojo en la camisa, oleré a sudor y a trago y me acostaré con la ropa sucia puesta y roncaré hasta despertar a toda la familia. Todos despiertos, cada uno callado en su rincón, respirando miedo. Quiero ser el ogro y comerme a todos los niños, especialmente a los que no duermen mientras yo ronco y me ahogo. Porque los niños cobardes me irritan. Quiero niños malos, y quiero una niña mala que no se asusta por nada. No le importa ni la pintura ni la sangre, prefiere las piedras al pan para dejar su rastro, y aulla con las estrellas y baila con su gato junto a la hoguera. Ésa es la niña que voy a ser. Una niña valiente que puede abrir y cerrar la puerta, abrir y cerrar la boca. Decir que sí y decir que no cuando le venga en gana, y saber cuándo le da la gana. Una niña mojada, los pies húmedos en un charco de lágrimas, los ojos de fuego.
La niña mala no tendrá que hacer visitas ni saludar, pie atrás y reverencia, ni sentarse con la falda extendida, las manos quietas, sin cruzar las piernas. Las cruzará, el tobillo sobre la rodilla, y las abrirá, el ángulo de más de noventa, la cabeza alta y la espalda ancha y larga, y se tocará donde le provoque. No volverá a hacer las tareas, ni a llevar maleta, ni a dejarse hacer las trenzas, a tirones, cada madrugada, entre el huevo y el café. Nadie le pondrá lazos en la coronilla ni le tomarán fotos aterradas. Tendrá pelo de loba y se sacudirá desde las orejas hasta la cola antes de enfrentarse al bosque.
No me paren bolas, gritará la niña mala que quiere estar sola. No me miren. No me toquen. Sola, solita, se subirá con el gato a sillas y armarios, destapará cajas y bajará libros de estantes prohibidos. Cuando tenga su casa y cierre la puerta, no entrará el hambre del alma, ni los monos amaestrados, ni curas ni monjas. El aire de la tarde la envolverá en sol transparente. Las palomas y las mirlas saltarán en el techo y las terrazas, y las plumas la esperarán en los rincones más secretos y se confundirán con los lápices y las almohadas. Se colgarán gatos y ladrones y tal vez alguna rata, por error, porque sí, porque van a lo suyo, de paso, y no saben de niñitas, ni buenas ni malas. Armará una cueva para aullar y para reír. Para jugar y bailar y enroscarse. Para relamerse.
Ahora el balcón está cerrado. El gato todavía recorre y revisa los alientos. Es tarde y la niña buena, sin una lágrima se acurruca y se duerme.
Cuento de Montserrat Ordóñez. Colombia
La otra es un tesoro que me quema en las manos y con el que no sé muy bien qué hacer. Un tesoro que no brilla, pero arde.
En el barrio de San Antonio el sol es tenue, sol de tarde de invierno, las calles están tranquilas y silenciosas. Sábado por la tarde en la colina del barrio de San Antonio. Hoy es mejor escuchar el silencio.
Siento no poder acompañar el texto de hoy de ninguna imagen, pero igual eso me ayuda a salir del relato turístico al que os tengo sometidos, "guía de viajes alternativa" dijo que parecía mi blog cierta amiga mía, razón tiene la cabrona de ella, jaaa.
He dado un pequeño salto y me encuentro en estos momentos en Colombia, en Cali, para ser más precisos, visitando a mi amigo Dan. Ha sido un aterrizaje terrible, nada más poner mi pie en esta tierra, nos fuimos a pasar la semana santa a "Amor y Paz", un sitio terrible, en medio de la montaña, en el que sólo se oyen el río y los pájaros en la mañana. Un lugar horroroso, en el que todo era cocinar, charlar, fumar, volver a cocinar, pasear, leer, dormir, bañarse en el río, fumar, guitarrear, cocinar de nuevo, dormir otro rato, leer, fumar, horrrriiiibleeeeeeeeeeeee!!!!!!.
Menos mal que estoy de nuevo en la ciudad. Hoy sólo quería deciros hola, después de haber sobrevivido a una experiencia tan atroz.
Colombia es verde, loca, conversadora y delirante.
CARNAVALES DE ORURO 17 DE FEBRERO 2007
A pesar de mi poca tradición carnavalera, después de celebrar mis 31 como merecían (fiesta hasta las 9 de la mañana), nos fuimos a pasar el fin de semana a Oruro, ciudad que se encuentra a 3700 metros de altitud y que celebra los carnavales más famosos del país. Son tres días de fiesta en los que representantes de todas las regiones, bailan, saltan y tocan como agradecimiento a la Virgen del Socavón (Virgen de la Candelaria). Esta santa, virgen y pura liberó a la ciudad, según la tradición, de cuatro plagas que el diablo había enviado contra su población. La víbora, a quien troceó en cuatro trozos, como se puede observar en una las colinas de la ciudad, las hormigas, pulverizadas en arena fina, el sapo, convertido en piedra y el cóndor también paralizado.
Lo dicho, tres días de locura, de baile infinito y el consiguiente alcohol para soportarlo. Nosotros desde las gradas acompañamos la fiesta y la continuamos en las calles de la ciudad, no menos animadas. No vamos a hacer balance de las horas dormidas, porque “pa qué”.
Los creyentes prometen a la virgen tres años de baile por las calles de Oruro, algunas personas lo hacen durante más de 20. Cuatro kilómetros de recorrido que ni el granizo repentino que cayó el domingo sobre la ciudad es capaz de interrumpir. Lo dicho, una locura. Ahí va una relación seleccionada de los diferentes grupos y danzas que desfilaron por la Avenida 6 de Agosto.
Aquí la religión católica, impuesta ya sabemos todos por quien, se vive de manera muy peculiar. Los evangelizadores tal vez han pensado que han logrado convertir a los “salvajes”, pero éstos han incorporado las creencias impuestas a las que ya existían en estas tierras sin Dios. La Pachamama, el Tío (diablo-dios del interior de las minas), el Condor y cientos de creencias precolombinas que se funden con las teorías católicas y conviven en el día a día de la gente de una manera natural. Este mural que se encuentra en el Santuario de la Virgen del Socavón, puede daros idea de lo digo.
La pandilla cruceña regresó a sus responsabilidades con la cooperación española u otros empleos y yo aproveché para darme un paseo por el país. Desde Oruro sale un tren (una de las pocas líneas ferroviarias con las que cuenta Bolivia), que va camino del Sur y llega hasta Argentina, pasando por Uyuni, mi destino.
Por orden de aparición: María, la superbibliotecaria (joven cooperante), Samuel que muchos conocéis mi casero junto la que le sigue que es Silvi, más atrás Laurita, una bióloga aguerrida (joven cooperante también), el de amarillo Tomás, vive en el Chapare pero de vez en cuando se junta con la plebe y más arriba con la cámara de vídeo Ariel, cruceño y actor con un pasado adventista oscuro. Todos vamos con plásticos porque es costumbre lanzar globos de agua en Carnaval, se parten de risa los bolivianos, ellos son así.
SALAR DE UYUNI 20 DE FEBRERO 2007
El Salar de Uyuni, es un desierto de sal de 12.000 kilómetros cuadrados, espectacular!!!. Cuando llegas al pueblo de Uyuni cientos de agencias te ofrecen itinerarios, de 1, 3 o 4 días. Yo elegí el de 3, con la idea de quedarme en la frontera con Chile y pasar a visitar el país, más por cercanía que por otra cosa. Lo cierto es que tuve suerte con el grupo que me toco en gracia, (se hace el recorrido en jeep y son 7 personas con las que pasas tres días en medio de la nada, bueno en medio de la maravilla). En la puerta de la agencia conocí a dos chicos argentinos, que convencieron a la dueña para que fuéramos en el mismo grupo, lo cual resultó ser una suerte. Una chica italiana encantadoramente loca que ha cambiado Londres por Buenos Aires, un sudafricano pegado a su cámara (era peor que yo), un matrimonio francés de profesores jubilados que nos aguantaron las juergas estoicamente y mis padrinos de viaje dos argentinos que nos salvaron más de una vez con su mate. Como espero que todos ellos no me hayan pedido la dirección del blog para tenerlo en la agenda, os mando un beso desde aquí chicos. Lo pasamos genial la verdad.
Se pasa del Salar al desierto de Siloli a 4600 metros de altitud, diferentes lagunas de colores impensables en las que encuentras miles de flamencos y el último día se cierra el recorrido en los géiseres “Sol de mañana” y las termas, una piscina natural en las que te bañas a las 9 de la mañana en un agua de unos 30 grados centígrados en medio de la nada, en fin las imágenes pueden ilustrar mejor
Después de tres días de no dar crédito a mis ojos, me dejaron en la frontera con Chile. En dos horas y media estaba en San Pedro de Atacama, un oasis en medio del desierto, el Desierto de Atacama, el más seco del mundo y puedo dar fe de ello, el último día me estaba empezando a fallar la respiración.
Cruzar la frontera es pasar a otro mundo en cinco kilómetros. Uno sale de Bolivia y encuentra la civilización chilena, carreteras asfaltadas, edificios occidentales, en fin, un país cuyo nivel de vida no tiene nada que ver con el de Bolivia, esto se nota en el coste de las cosas también, me quedo con Bolivia de momento.
San Pedro es un pueblo superturístico, lleno de mochileros y de una oferta infinita de actividades de aventura que se pueden hacer en el desierto. Yo sólo fui al valle de la luna, a ver atardecer, precioso!!!.Después de tres días de no dar crédito a mis ojos, me dejaron en la frontera con Chile. En dos horas y media estaba en San Pedro de Atacama, un oasis en medio del desierto, el Desierto de Atacama, el más seco del mundo y puedo dar fe de ello, el último día me estaba empezando a fallar la respiración.
Cruzar la frontera es pasar a otro mundo en cinco kilómetros. Uno sale de Bolivia y encuentra la civilización chilena, carreteras asfaltadas, edificios occidentales, en fin, un país cuyo nivel de vida no tiene nada que ver con el de Bolivia, esto se nota en el coste de las cosas también, me quedo con Bolivia de momento.
San Pedro es un pueblo superturístico, lleno de mochileros y de una oferta infinita de actividades de aventura que se pueden hacer en el desierto. Yo sólo fui al valle de la luna, a ver atardecer, precioso!!!
Desde San Pedro de Atacama me fui a Arica, ciudad de la costa chilena. Aunque mi pensamiento era estar al menos un día para bañarme en el pacífico, resultó ser una visita de dos horas, porque el bus para volver a Bolivia, a Cochabamba, salía en la mañana y la verdad es que no me apetecía dormir en aquella ciudad, era un Benidorm a lo latino. Así que saqué mi billete, bajé a la playa, metí los pies en ese nuevo mar para mí y volví a la estación rumbo a Cochabamba, a Bolivia, que es un país barato!!!!.
COCHABAMBA 27 DE FEBRERO DE 2007
Cochabamba quizá sea la ciudad más agradable y más vivible de Bolivia. No te arrebata como la Paz, pero tiene buen clima, se come maravillosamente bien y hay cafés y librerías con las que pasar la tarde. Me quedé en casa de Marta, otra cooperante que me ofreció su hogar y me cuidó de lujo durante mi estancia.
Lo más destacable de la visita, el Convento de Santa Teresa. Sin rehabilitar todavía, se conserva tal cual lo han utilizado hasta hace nada las Carmelitas desde su fundación en el año 1760. Lo más interesante es que en su interior encuentras las tallas europeas al lado de las realizadas por los artesanos de la escuela de Potosí, barroco mestizo. Las señoritas que ingresaban en el convento podían ser de alta cuna (normalmente la segunda de una familia bien tenía que pagar una dote de 100.000 dólares de la época, es decir, sin tener en cuenta la inflación, una pasta vamos) llamadas de velo negro o Coristas, luego estaban las de velo blanco, Legas o Freiras, que venían a ser las damas de compañía de las primeras y por último las Terciarias, es decir, las sirvientas. Clasistas las Carmelitas, como toda la iglesia católica claro, pero el convento es una joya. Además la visita fue de lujo, porque me acompañó una de las jóvenes que están rehabilitando lo que pueden de manera voluntaria a la espera de financiación.
Bolivia está inundada, supongo que algo habréis oído por allí. Llegar a Santa Cruz por tierra puede ser toda una aventura, así que aproveché la coyuntura y me fui al Chapare. El Chapare es una región tropical, en la que se encuentra una de las extensiones más grandes de plantación de coca y además la más controvertida. La mayoría de la producción se ha utilizado para la elaboración de cocaína, porque los bolivianos prefieren mascar coca de los Yungas (una región del departamento de La Paz). Para los campesinos no hay mucha diferencia entre que se utilice para una u otra cosa en cuanto al dinero que ellos reciben. En esta zona la cooperación española tiene un proyecto de cultivos alternativos, una planta de envasado de palmito. Aprovechando que trabaja allí otro de los jóvenes cooperantes me fui de visita. Pero llegar al Chapare tampoco es fácil.
Quedé en Cochabamba con una de las chicas que trabaja en la planta, Erlinda, que tiene su bebe de dos años y su marido en Cochabamba, pero que tiene que pasar la semana trabajando a más de cuatro horas de distancia. Camino del Chapare ha habido un derrumbe en la carretera, así que lo que hay que hacer es lo siguiente; agarras (aquí lo de coger está mal visto) una movilidad que te lleva hasta el derrumbe, andas unos trescientos metros entre excavadoras y tractores, una vez al otro lado unas motos te pueden acercar hasta el punto en el que están los “trufis” (taxis) que te llevan hasta tu destino, en este caso Chimoré, el pueblo en el que está la planta de palmito de la AECI.
El derrumbe:
Para mí fue un verdadero placer, el paisaje es increíble, la vegetación exuberante y el agua emana de todos los rincones, al margen de poder atravesar en motocicleta un paraje así. Pero en este derrumbe, teniendo en cuenta que ésta es una de las vías que une Cochabamba con Santa Cruz, puedes encontrar filas de camiones de kilómetros, repletos de mercancías echándose a perder, esperando a poder pasar. Son apenas 300 o 400 metros los que están anegados, pero los camiones pasan con cuentagotas y algunos tienen que ser ayudados por las propias escavadoras que están arreglando el camino, se quedan atascados en el barro. Algunos de ellos pueden estar hasta dos semanas en la cola. Un desastre como podréis entender.
El Chapare es el paraíso. Apenas estuve un día y medio, porque los de la planta iban a Santa Cruz a una reunión y me vine con ellos para acá, pero el verde, los pueblitos, las mototaxis, en fin, creo que me voy a comprar una motillo y me voy a vivir allí, plantaré palmito o coca, no lo tengo muy claro todavía, admito opiniones.
De vuelta en Santa Cruz, aunque creo que por poco tiempo. Los chicos siguen bien, Silvia con mucho trabajo y Samuel cada día más liado con proyectos por aquí también. El papá de Silvi ha llegado esta semana, así que tenemos la nevera llena de ibéricos y otra excusa para seguir paseando por la ciudad.
A aquellos que os parezca que este país es más que bonito, no os llevéis a engaños, no es bonito, es una maravilla y una sorpresa continua. Por otro lado, está en un momento político y social bien interesante, redefiniendo todo, forma de estado, identidades, autonomías, economía. Puede salir una alternativa en la región o puede irse al carajo, el problema estará en cómo se controla el populismo de unos y los intereses económicos de los de siempre, al margen de la pobreza, la ignorancia y la dependencia que sufre el país. Veremos.
Un beso enorme guapas y guapos.
Hace un par de semanas estuve en la Paz, como veréis voy con un poco de retraso. Ha sido un regalo de reyes de mis caseros de Santa Cruz, que no se conforman con mimarme en esta ciudad, sino que además me hacen estos presentes.
No sé cómo voy a poder describir esta ciudad. Me aconsejaron, mis ángeles de la guarda, en este caso Silvia, porque Samuel se estrenaba en la visita como yo, que volara en ventanilla. Esta vez fui más asertiva y no me dejé usurpar el sitio, aunque tuve que sortear la propuesta, debe ser tradición en estos lares.
Cuando la azafata dijo comenzamos el descenso, ante mis ojos el Altiplano, una llanura infinita e infinitamente poblada, sin otro límite físico que la cordillera andina. Pasado el Illimani (macizo que gobierna La Paz), allí estaba, LA CIUDAD. En un descenso frenético sin orden alguno, se precipita en caída libre, hasta su punto más cercano al nivel del mar, a unos 3500 metros de cercanía eso si. Una depresión del terreno, con una concentración de construcciones que simulan un rompecabezas en cada una de sus laderas, una ciudad de locura rodeada de montañas (las más imponentes el Illimani y al lado opuesto el Huayna Potosí), entre las que se abre espléndida.
Bueno amores tengo que dejaros, creo que salimos a tomar una cervecita. Prometo ser menos perozosa y menos sesuda también. Un beso fuerte.
Samaipata. Sobre la carretera a Cochabamba, a 125 km al suroeste de Santa Cruz, y después de pasar por Las Cuevas para contemplar hermosas caídas de agua de hasta 20 m de altura y 12 m de ancho, se descubre una hermosa villa fundada en 1618, enclavada entre montañas llamada Samaipata, voz quechua que significa “lugar de descanso” (según la guía), “lugar entre las nubes” (según Silvia). Me quedo con la versión de Silvi, porque de descanso nada y efectivamente era como si estuviéramos tocando el cielo.
Como en esta ciudad es un tanto complejo que te indiquen el camino de una vez, tardamos un rato en dar con el lugar desde el que parten los taxis colectivos para Samaipata (no íbamos con la Silvi que es la jefa de la ciudad), pero lo logramos. La declaración de principios del taxista fue inmediata, “soy cruceño pero no camba”. Ya os explicaré la diferencia, que implica mucho aquí. Empezamos el camino, y como el hombre era majo, fuimos parando en lugares estratégicos, el primero un pueblito pequeño a la salida de Santa Cruz que era todo mercadillo, para?, había que comprar un poco de hoja de coca. Yo me estrenaba en el consumo de la planta, así que después de un rato machacando las hojitas en mi boca, me dicen que no se mastica, se macera, es decir se da vuelta a las hojitas en la boca. Demasiado tarde, toda mi boca estaba llena de trocitos de hoja infinitamente pequeños, que no había manera de dejar en un lado, que es lo que hay que hacer, hasta lograr que una bola vaya inflando tu moflete, que deja muy atrás cualquier flemón imaginable.
En fin, dejando atrás los fenómenos del viaje, deciros que el puto paraíso está en Bolivia. No he visto una paleta de verdes similar en mi vida, bien es verdad que me queda mucho por ver en ésta vida mía. El atractivo en cualquier caso, eran las ruinas de “El Fuerte”, aunque el pueblo de Samaipata no tiene desperdicio. Dichas ruinas, “son un complejo ceremonial y administrativo de gran valor universal y excepcional que data del periodo prehispánico. Debido a su ubicación privilegiada, “El Fuerte” de Samaipata fue punto geográfico y geopolítico de confluencias interculturales, que por cronología relativa y aproximada fue:
En primera instancia un centro ritual y ceremonial de los Mojocoyas y los Chanés del gran Grigotá (800-1300 d.C.). Un lugar de tránsito para los aguerridos Guaraníes (Chiriguanos) (1450 d.C.). Posterior a ellos territorio de contacto y centro administrativo Inca (1400-1450 d.C.). Finalmente colonia tambo y fuerte español para garantizar la ruta de unión entre Asunción del Paraguay hasta Lima, Perú”.
Esto es lo que dicen los folletos que una chica muy amable te da en la puerta, previo pago de 32 bolivianos, que son aproximadamente 3,2 euros. Lo que vimos, una roca enorme en la que pueden intuirse algunas inscripciones y representaciones de animales sagrados (no te dejan acercarte lo suficiente), los nichos y restos de las capillas de los incas y algunos restos de las viviendas que se ocuparon en su día, pero amigos lo más impresionante fue la ubicación de la roca y las viviendas, lo que nos rodeaba, a 2000 m de altura, que me perdonen los arqueólogos, pero eso es lo que te provocaba las lágrimas. Bueno no quiero olvidarme de una cosa curiosa que los incas nos han dejado. Al lado derecho de los nichos que pueden encontrarse a ambos lado de la citada roca, hay tallados 4 pequeñas ventanillas, para entendernos, que representan a los cuatro hermanos que salieron de la cueva, según la mitología inca, dos de los cuales, Manco Capac y Mama Ocllo, los hijos del Sol, son considerados los fundadores de su imperio, emergieron del lago Titicaca para ello. Cuando vaya al lago ya os contaré, porque a mí me suena a cuento chino, jeje.
Las fotos no hacen justicia al lugar, pero ahí van.
El Fuerte
Pueblo de Samaipata
Del resto de la visita, las cascadas de Las Cuevas (un sitio increíble, especialmente increíble que pertenezca a un alemán), no tengo fotos. Me emocioné en el camino de ida y gravé un par de vídeos que me dejaron sin batería, en fin, volveré a darme un bañito otro día, así que ya os enseño.
Ahora tengo que dejaros, Silvi ha ido a por unas cervecitas, hoy estamos caseros, ha sido una semana de mucha fiesta, creo que el “tute cabrón” va a ser lo que ocupe nuestras mentes en las próximas horas. Aunque tal vez más tarde salga un rato con las compis de la Silvi, por dejarles un poco de intimidad a la pareja, no porque yo tenga ganas de bailar un poquito, jeje.
PD: Aumentará la calidad de las fotos en el futuro, espero. Aún no controlo el mundo digital.
Llega la terrible hora de la despedida. Lo único que puede consolarnos, es que tanto vosotras y vosotros como yo, descansaremos un rato de la difícil tarea de fingirnos cariño, jeje.
A partir de ahora éste será uno de los medios por los que podréis saber de mí. También existen otros; mi número de cuenta, la dirección física a la que pueden llegar jamones de bellota y por supuesto podréis soñar conmigo.
Sufriré con vuestra ausencia e intentaré consolaros de la mía, con las fotos de los parajes maravillosos que me esperan.
Lo siento, debo irme ya.