Queridos míos; supongo que habrá que empezar por el principio, en este caso, un viaje largo, muy largo, entre otras cosas porque en mi asiento (ventana con la idea de dormir), estaba sentada una mujer, hermana de la que se sentaba al lado, que fue la que me pidió la cesión del asiento para poder viajar juntas. Ningún problema!! Dije yo solícita, sin saber que el asiento al que me dirigía estaba en medio de una fila de cuatro y flanqueado por dos personillas de aproximadamente 90 kg cada una. Pero no voy a quejarme porque ay amigos, todo tiene su recompensa... La foto que adjunto es lo que veo cada mañana al levantarme. La casita de la Silvi, que tiene dos patios llenos de plantas y un porche con mecedoras, a parte de una cocina que es un salón y unas habitaciones que dan a ese pequeño jardín que podéis observar en la foto, en fin, porque la quiero mucho sino no sé si podría soportarlo.


Silvia y Samuel muy bien, para aquellos que habéis mandado besos, sabed que los han recibido a pesar de que no carecen de ellos, como también podéis observar en la foto, están felices.

No voy a contar mucho de Santa Cruz de la Sierra, porque tiendo al prejuicio y estoy redimiéndome, sólo deciros que si me pasa algo en esta ciudad, no será por la delincuencia, ni por una revuelta popular, será un atropello por parte de un taxista o similar, seguro, creedme. Me ha recibido bien, en cualquier caso. El análisis político-social lo dejamos para otro día, es largo y complejo, además lo que quiero es contaros mi primera salida de la ciudad, mi visita a Samaipata.

Samaipata. Sobre la carretera a Cochabamba, a 125 km al suroeste de Santa Cruz, y después de pasar por Las Cuevas para contemplar hermosas caídas de agua de hasta 20 m de altura y 12 m de ancho, se descubre una hermosa villa fundada en 1618, enclavada entre montañas llamada Samaipata, voz quechua que significa “lugar de descanso” (según la guía), “lugar entre las nubes” (según Silvia). Me quedo con la versión de Silvi, porque de descanso nada y efectivamente era como si estuviéramos tocando el cielo.

Como en esta ciudad es un tanto complejo que te indiquen el camino de una vez, tardamos un rato en dar con el lugar desde el que parten los taxis colectivos para Samaipata (no íbamos con la Silvi que es la jefa de la ciudad), pero lo logramos. La declaración de principios del taxista fue inmediata, “soy cruceño pero no camba”. Ya os explicaré la diferencia, que implica mucho aquí. Empezamos el camino, y como el hombre era majo, fuimos parando en lugares estratégicos, el primero un pueblito pequeño a la salida de Santa Cruz que era todo mercadillo, para?, había que comprar un poco de hoja de coca. Yo me estrenaba en el consumo de la planta, así que después de un rato machacando las hojitas en mi boca, me dicen que no se mastica, se macera, es decir se da vuelta a las hojitas en la boca. Demasiado tarde, toda mi boca estaba llena de trocitos de hoja infinitamente pequeños, que no había manera de dejar en un lado, que es lo que hay que hacer, hasta lograr que una bola vaya inflando tu moflete, que deja muy atrás cualquier flemón imaginable.

En fin, dejando atrás los fenómenos del viaje, deciros que el puto paraíso está en Bolivia. No he visto una paleta de verdes similar en mi vida, bien es verdad que me queda mucho por ver en ésta vida mía. El atractivo en cualquier caso, eran las ruinas de “El Fuerte”, aunque el pueblo de Samaipata no tiene desperdicio. Dichas ruinas, “son un complejo ceremonial y administrativo de gran valor universal y excepcional que data del periodo prehispánico. Debido a su ubicación privilegiada, “El Fuerte” de Samaipata fue punto geográfico y geopolítico de confluencias interculturales, que por cronología relativa y aproximada fue:

En primera instancia un centro ritual y ceremonial de los Mojocoyas y los Chanés del gran Grigotá (800-1300 d.C.). Un lugar de tránsito para los aguerridos Guaraníes (Chiriguanos) (1450 d.C.). Posterior a ellos territorio de contacto y centro administrativo Inca (1400-1450 d.C.). Finalmente colonia tambo y fuerte español para garantizar la ruta de unión entre Asunción del Paraguay hasta Lima, Perú”.

Esto es lo que dicen los folletos que una chica muy amable te da en la puerta, previo pago de 32 bolivianos, que son aproximadamente 3,2 euros. Lo que vimos, una roca enorme en la que pueden intuirse algunas inscripciones y representaciones de animales sagrados (no te dejan acercarte lo suficiente), los nichos y restos de las capillas de los incas y algunos restos de las viviendas que se ocuparon en su día, pero amigos lo más impresionante fue la ubicación de la roca y las viviendas, lo que nos rodeaba, a 2000 m de altura, que me perdonen los arqueólogos, pero eso es lo que te provocaba las lágrimas. Bueno no quiero olvidarme de una cosa curiosa que los incas nos han dejado. Al lado derecho de los nichos que pueden encontrarse a ambos lado de la citada roca, hay tallados 4 pequeñas ventanillas, para entendernos, que representan a los cuatro hermanos que salieron de la cueva, según la mitología inca, dos de los cuales, Manco Capac y Mama Ocllo, los hijos del Sol, son considerados los fundadores de su imperio, emergieron del lago Titicaca para ello. Cuando vaya al lago ya os contaré, porque a mí me suena a cuento chino, jeje.

Las fotos no hacen justicia al lugar, pero ahí van.
Camino de Samaipata


El Fuerte

Pueblo de Samaipata


Del resto de la visita, las cascadas de Las Cuevas (un sitio increíble, especialmente increíble que pertenezca a un alemán), no tengo fotos. Me emocioné en el camino de ida y gravé un par de vídeos que me dejaron sin batería, en fin, volveré a darme un bañito otro día, así que ya os enseño.

Ahora tengo que dejaros, Silvi ha ido a por unas cervecitas, hoy estamos caseros, ha sido una semana de mucha fiesta, creo que el “tute cabrón” va a ser lo que ocupe nuestras mentes en las próximas horas. Aunque tal vez más tarde salga un rato con las compis de la Silvi, por dejarles un poco de intimidad a la pareja, no porque yo tenga ganas de bailar un poquito, jeje.

PD: Aumentará la calidad de las fotos en el futuro, espero. Aún no controlo el mundo digital.


Llega la terrible hora de la despedida. Lo único que puede consolarnos, es que tanto vosotras y vosotros como yo, descansaremos un rato de la difícil tarea de fingirnos cariño, jeje.

A partir de ahora éste será uno de los medios por los que podréis saber de mí. También existen otros; mi número de cuenta, la dirección física a la que pueden llegar jamones de bellota y por supuesto podréis soñar conmigo.

Sufriré con vuestra ausencia e intentaré consolaros de la mía, con las fotos de los parajes maravillosos que me esperan.

Lo siento, debo irme ya.